jueves, 1 de abril de 2010


Tan devastadora puede ser la Naturaleza, que con apenas dos golpes de tierra ha acabado con más de 200.000 vidas. Los seismos que recientemente asolaron Haití y Chile hace que se replantee la necesidad de revisar los principios de construcción sismorresistente de ciertos países. Sin embargo, no siempre depende de la redacción de la norma, sino más bien de la falta de recursos, una nefasta gestión y, en ocasiones, de la potencia monumental del seísmo. A diferencia de Haití, Chile sí estaba preparada para enfrentarse a una situación así, debido a los frecuentes movimientos de este tipo, de ahí que el número de muertos fuera mucho menor.Ricardo Aroca Hernández-Ros, director el Departamento de Estructuras en Edificación de la Escuela de Arquitectura de Madrid, explica que «las víctimas por la caída de edificios, son atribuibles casi siempre a edificaciones de escasa importancia y altura, construidas con materiales frágiles y pesados (muros de mampostería, fábricas de ladrillo y bloque, forjados de viguetas), sin observar medidas sencillas, de bajo coste, (como el incluir en los muros una retícula de nervios de hormigón armado) que son práctica habitual en países como México, en los que hay una percepción social del riesgo sísmico».Hace unas semanas, el Servicio Geológico Británico, explicaba que cada año se producen en el mundo 50 terremotos de la misma magnitud que el de Haití, que no causan este grado de destrucción y muerte porque ocurren en lugares próximos a placas tectónicas donde la construcción es más sólida, como Japón o California (EE UU). Además, en estos países las normas de construcción son muy estrictas. Sólo así se explica que en Japón, con frecuentes seismos por encima de la magnitud 6 grados en la escala de Richter, apenas se produzcan víctimas.En respuesta al por qué los japoneses viven en una vibración casi constante y pese a ello no se vienen abajo, hay dos versiones. La primera atiende a la leyenda, que cuenta que las islas que conforman el país se sitúan sobre un gran pez o namazu, que vive enroscado bajo el mar. El llamado dios Kashima mantiene una gran piedra sobre el pez para impedir que se mueva, pero cuando se distrae, el pez se mueve y entonces tiembla la tierra. La versión científica sostiene que se debe a que Japón se encuentra en la confluencia de cuatro placas tectónicas: Euroasíatica, Filipina, Pacífica y Norteamericana, y existe una gran actividad de movimiento entre ellas (fricción). La energía se acumula y se libera con repentinos movimientos tectónicos

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